Las pasadas fiestas navideñas, los Reyes Magos de Oriente, muy bien aconsejados, me echaron Música para camaleones, de Truman Capote, publicada en 1980.
El libro, de 282 páginas en mi edición, se compone de tres partes.
La primera, que da título al volumen, la forman seis relatos cortos (Música para camaleones, El señor Jones, Una luz en la ventana, Mojave, Hospitalidad y Deslumbramiento).
La segunda parte, Ataúdes tallados a mano, es una novela real corta (83 páginas) que narra la historia de Quinn, un psicópata que se dedica a matar a los jurados que votaron contra él. El texto se nos ofrece dialogado en formato de obra teatral, con el nombre de cada personaje precediendo a sus intervenciones, y, entre paréntesis, comentarios y reflexiones del autor. Los diálogos frescos, muy actuales y despojados de retórica, el ritmo endiablado de la trama y el suspense de la historia me tuvieron clavado en el sillón durante las dos tumbadas que me duró.
La tercera parte, Conversaciones y retratos, compuesta de siete textos (Un día de trabajo, Hola, desconocido, Jardines ocultos, Intrepidez, Y luego ocurrió todo, Una adorable criatura y Vueltas nocturnas. O experiencias sexuales de dos gemelos siameses), proporciona la oportunidad de disfrutar directamente de la voz del autor de A sangre fría, con su estilo directo, desnudo y afilado, en conversaciones con diferentes personajes, unos célebres y otros anónimos inmortalizados gracias a sus diálogos con Capote.
Todo el libro es un buen ejemplo de estilo aparentemente sencillo que acerca irresistiblemente a lector y realidad, no importa lo cruda que esta sea.
El libro, de 282 páginas en mi edición, se compone de tres partes.
La primera, que da título al volumen, la forman seis relatos cortos (Música para camaleones, El señor Jones, Una luz en la ventana, Mojave, Hospitalidad y Deslumbramiento).
La segunda parte, Ataúdes tallados a mano, es una novela real corta (83 páginas) que narra la historia de Quinn, un psicópata que se dedica a matar a los jurados que votaron contra él. El texto se nos ofrece dialogado en formato de obra teatral, con el nombre de cada personaje precediendo a sus intervenciones, y, entre paréntesis, comentarios y reflexiones del autor. Los diálogos frescos, muy actuales y despojados de retórica, el ritmo endiablado de la trama y el suspense de la historia me tuvieron clavado en el sillón durante las dos tumbadas que me duró.
La tercera parte, Conversaciones y retratos, compuesta de siete textos (Un día de trabajo, Hola, desconocido, Jardines ocultos, Intrepidez, Y luego ocurrió todo, Una adorable criatura y Vueltas nocturnas. O experiencias sexuales de dos gemelos siameses), proporciona la oportunidad de disfrutar directamente de la voz del autor de A sangre fría, con su estilo directo, desnudo y afilado, en conversaciones con diferentes personajes, unos célebres y otros anónimos inmortalizados gracias a sus diálogos con Capote.
Todo el libro es un buen ejemplo de estilo aparentemente sencillo que acerca irresistiblemente a lector y realidad, no importa lo cruda que esta sea.
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